jueves, 4 de junio de 2015

NO ES POSIBLE GANAR UNA DISCUSION

       Hoy, en día festivo, después del inevitable “madrugón” para ser día de libranza debido a mis horarios laborales, hice las tareas hogareñas y me dispuse a dar una vuelta por el barrio para oxigenare, aprovechando el buen tiempo. No anduve ni cinco minutos cuando pude escuchar como desde el balcón de una ventana dos personas discutían acaloradamente, no preste atención al las palabras que se lanzaban, pero en el tono se dilucidaba cierta resignación, como si formase parte de su rutina esa situación y en el fondo fuesen conscientes de la imposibilidad de hacer entrar en razón al contrario. No parece que tratasen de imponer su propia voluntad en el otro a la fuerza, mas bien intentaban convencerse mutuamente, haciendo ver lo equivocado que estaba el oyente y argumentando las razones propias, pero subiditos de tono ambos, aunque con un anhelo indudable de ser comprendidos, fruto del cariño que se tienen.
   
       Seguí mi camino sin darle mayor importancia, altibajos de las relaciones, pensé. Cinco minutos mas tarde, vi a un toxicómano discutir con un conocido suyo, aparentemente sano, echándole en cara que por su culpa había tenido que comprar “mierda” y acto seguido, a un peatón que circulaba con dos bolsas en sus manos, empezó a gritarle “Tu, morito, ven para aca... que vengas te he dicho....” El hombre siguió su camino bolsas en mano, yo el mio. Es cierto que los drogadictos están considerados enfermos mentales, tal vez tendría que restarle importancia por ello, pero sus constantes actitudes belicosas por defender su postura, da que pensar.

       Nada mas doblar la esquina, vi a una chica de poco mas de treinta años, sujetando por la correa a un perro que apenas había dejado de ser un cachorro, mientras, su presumiblemente pareja, entraba en su coche a la vez que se le escuchaba alto y claro desde la otra acera en la que me situaba, “¡Si no quieres al perro, lo cojo y lo llevo a la perrera!” La joven no articulo palabra, al menos no con tanta fuerza que pudiera llegar el sonido a mi posición, permaneció de pie, inmóvil, mirando con la cabeza gacha a escasos cinco metros de la persona que intentaba imponerla su forma de pensar con amenazas ruines, en las que un pobre animal, que nunca antepondría sus intereses a los de sus amos, seria el mayor perjudicado.

       Yo no soy ningún experto en la materia de las relaciones humanas, bien lo saben los que me rodean, pero hace poco leí uno de esos libros dedicados a comerciales y empresarios, uno cuya filosofía no comparto y cuyo titulo no voy a citar debido al significado tan ruin que le doy, pese a esto hay que reconocer que son muy ciertas las cosas que cuenta y ayuda a comprender mejor las reacciones de los demás causadas por las palabras que soltamos, a veces sin tener en cuenta como las va a recibir nuestro acompañante. En este libro hay un capitulo que se titula “No es posible ganar una discusión” y tras leerlo uno se da cuenta que por mucha razón que creamos tener, al decirle a una persona que esta equivocada, estamos activando los mecanismos de defensa que TODOS tenemos, en mayor o menor medida, y como primera reacción tendemos inevitablemente a defender nuestra postura, por equivocada que sea, queremos que se escuchen nuestras razones por encima de la de los demás. Puede que al final cedamos y nos demos cuenta de nuestro error, o por el contrario, salgamos “victoriosos” y hagamos entender el razonamiento erróneo del contrincante, pero si os dais cuenta he puesto victorioso entre comillas, dado que en una discusión nunca hay vencedores. La mayoría de las veces, las dos partes salen mas convencidas de que la razón esta de su parte, incluso en aquellos puntos en los que viendo la situación desde fuera nos seria imposible darle justificación alguna a nuestros argumentos. En unas pocas ocasiones, es posible que consigamos que comprendan nuestras razones, ¿y que habremos conseguido con eso? Puede que nos sintamos orgullosos, que nuestro amor propio se vea alimentado, pero para ello habremos herido el orgullo de nuestro contrincante, posiblemente nuestro amigo o pareja, e inevitablemente habremos generado un resentimiento que no queríamos.
       Hay formas mucho mejores y mas respetuosas de hacer que una persona, como mínimo, consiga ponerse en nuestro lugar y comprendernos, que al final es lo que buscamos en una discusión. Podríamos empezar por ponernos en el lugar del otro, hacerle ver que entendemos su postura, darle la razón en los puntos en que los tenga, o al menos, tener presente que algo de razón siempre puede existir en las palabras de los demás, no enrabietarse, no criticar nunca sus palabras, convencer en vez de imponer....

       No podría explicarlo mejor que Galileo. “No se le puede enseñar nada a nadie; sólo se lo puede ayudar a que lo encuentre dentro de si.”

       Es mi primera entrada y siento que he escrito demasiado para las cosas que me he dejado sin explicar, no se si alguien ha tenido las narices de leer hasta aquí, si es así deja un comentario por corto que sea y sal a dar una vuelta, que hay que ver como te aburres!!!!